jueves, 26 de julio de 2007

Y apareciste tú

Dos a cero ganaron los pumas. ¡A huevo! ¿Se podía esperar menos? De la mente no se me borra ese pase genial del Parejita a Leandro quien le dejo el honor al Toño Sancho que a su vez me hizo gritar tan eufóricamente al igual que otros cientos de orates, y, al final, no quedo más que bailar y bailar y seguir gritando, hasta que al 93, el tipo de negro al centro de la cancha nos dijera que todo había terminado.

Después del cruce de insurgentes, fui a tirarme al pasto con mi libro de Galeano y esa vista al edificio de rectoría y biblioteca central. Empecé a leer a ese uruguayo que escribe tan cabrón. Jodidos, rejodidos, como un nadie más que no podía dormir por tener a una vieja atravesada entre los párpados. Y fue, en ese preciso instante en el que un poco me encabroné y un poco me encabronaron.

¿Quién es esa mujer? Y por cierto, ¿Cómo es ella? ¿Por qué siempre estás en el pensamiento de otros?, ¿En el poema de otros?, ¿Porqué también todos hablan de tu boca, tus cabellos, tus ojos? Sin describirlos por completo, sin saber si eres pelirroja o castaña, sin saber si eres de ojos claros u oscuros, sin saber si tienes unos labios tan sexys como los de Angelina Jollie o una nariz tan desagradable como la de Carmen Campuzano.

Pero ante todo, quiero yo saber porqué siempre en un choro, en un poema o pensamiento apareces tú. Y es que la neta no me late que todo este embrollo, siempre tengan en su clímax esas palabras que me parten la madre y luego luego dicen: “Y apareciste tú”. Me parte la madre porque ella no tiene nada que ver con que ganaron los pumas, con el pase del Pareja, el birle de Leandro y el golazo de Sancho.

Pero luego los créditos se los lleva ella, pero, ¿quién eres? ¿qué haces aquí? Recuerdo que fueron finalmente como 50 minutos de hacerme preguntas sin respuestas, y luego, apareciste tú, y todo fue diferente y no me quedo de otra que levantarme e irme a casa a seguir tratando de descifrarte.

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